El psicópata en la cárcel, ¿qué hacemos con él?

La psicopatía

La psicopatía se define, desde hace más de 20 años, como un patrón de conducta generalizado caracterizado por una falta de empatía, remordimientos y culpa hacia los demás. Sin duda, en la psicología clínica, supone uno de los mayores retos en el tratamiento.

Cabe decir que pese a considerarse que solo el 1% de la población general es psicópata, lo habitual es encontrar a personas con algunos rasgos psicopáticos de la personalidad y que, aun siendo psicópatas, la mayoría de estos no delinquen. Quizá éste es uno de los mayores mitos respecto de la psicopatía y uno de los más problemáticos, pues nos impide ver que posiblemente conozcamos a un psicópata o a varias personas con esos rasgos de la personalidad.

Los rasgos más característicos son, como decíamos, la falta de empatía, la impulsividad y la falta de remordimientos y culpa por sus propias acciones. Estas características implican que, cuando delinquen, sean capaces de cometer los crímenes más atroces que podamos imaginar solo para satisfacerse a sí mismos y a su ego (el egocentrismo es también un rasgo de esta clase de perfil).

El psicópata en el centro penitenciario. ¿Cómo localizarlo?

Por lo general, en los centros penitenciarios tenemos los suficientes materiales (tales como entrevistas o cuestionarios) para poder identificar a estas personas. Uno de los instrumentos más usados sin ningún tipo de duda es el PCL-R (Psychopathic Checklist-Revised) del Dr. Hare.

Este instrumento es una entrevista semi estructurada mediante la cual se puntúan de 0 a 2 (según su grado de ajuste al entrevistado) los 20 rasgos psicopáticos identificados por el Dr. Hare y su equipo en 1997. Diferentes investigaciones han demostrado sobradamente su eficacia para identificar los rasgos psicopáticos, tanto en población estadounidense, como europea y española. 

Para poder identificar a un interno bajo la etiqueta “psicópata” éste debe obtener una puntuación superior a 30, y a partir de 20 deberíamos empezar a considerar que estamos frente a una persona con fuertes tendencias psicopáticas. La puntuación en población general no suele superar los 10 puntos. Evidentemente, existen muchos más instrumentos para medir la psicopatía, pero este ha demostrado, como decíamos, su eficacia sobradamente y resulta uno de los más completos. Dicha entrevista debe ser impartida por profesionales entrenados en la identificación y evaluación de la psicopatía, pues estamos ante sujetos manipuladores y mentirosos compulsivos, que no dudarán en mentirnos a fin de lograr un beneficio.

El psicópata como interno. ¿Cómo se comporta?

Una vez hemos podido identificar y catalogar al psicópata, debemos tener ciertas consideraciones respecto a su comportamiento en el centro, pues este suele polarizarse hacia una de las siguientes opciones:

O bien estaremos ante un preso modelo, que no dará problemas e incluso se le considerará un preso de confianza, o bien nos encontraremos con un sujeto altamente antisocial, que dará problemas hasta el día que salga del centro penitenciario.

En el primer caso será un sujeto dócil, que obedecerá la autoridad y que no mostrará atisbos de ser lo que realmente es. Estaremos ante una persona que incluso nos puede sorprender que haya cometido los delitos por los que se le sentenció y condenó.

Un ejemplo visual de este tipo puede ser Joaquín Ferrándiz, quien ingresó en prisión en la década de los 90 por violación y se le dio la libertad condicional al considerársele “rehabilitado”. Lo que hizo al salir del centro penitenciario fue matar a 4 personas.

En el segundo caso nos encontraremos con alguien problemático, que no dejará de buscar y tener problemas con otros internos y funcionarios por su carácter impulsivo, que lo llevará a no recaer en las consecuencias de sus actos y a acumular sanciones administrativas dentro del centro penitenciario. Será un auténtico infierno para sus compañeros de celda, de módulo, y para el equipo técnico y los funcionarios del centro.

El tratamiento del psicópata. ¿Qué podemos hacer?

A día de hoy no existe un programa de tratamiento para ellos. Esto es debido a varios motivos, que el Dr. Vicente Garrido nos resume en un artículo del año 2002.

Primero, cabe considerar que la inmensa mayoría de los profesionales (equipo técnico y funcionarios) de los centros penitenciarios no están específicamente entrenados en la psicopatía ni en su detección.

El segundo problema es la falta de literatura especializada en el tema. Esto es debido a la complejidad que supone identificar al psicópata en un ambiente altamente antisocial, como es el centro penitenciario, y a los problemas metodológicos que dichos programas han ido teniendo de forma casi sistemática.

Resulta curioso que una de las principales consecuencias de estos programas sea un aumento de la reincidencia en aquellos sujetos psicópatas. Parece que los programas, lejos de ayudarlos, mejoran sus capacidades delictivas. De hecho, no es raro que los propios psicópatas aprendan de sus “errores”, de los actos que les han llevado al centro penitenciario, y que cambien su modus operandi a fin de no ser descubiertos.

Sus características de personalidad, en especial la impulsividad y la falta de empatía, resultan claves para entender esto. Si los programas no trabajan específicamente estas áreas, no hay forma de que mejoren su comportamiento. Ante una persona que ve a los demás como herramientas y que no es capaz de vislumbrar las consecuencias de sus actos, poca cosa se puede hacer. Pero no todo está perdido.

¿No hay esperanza?

La verdad es que no podemos ser tan negativos al respecto. Hay varios rayos de luz que podemos seguir.

Primero, las investigaciones han destacado dos componentes que pueden ser positivos para el tratamiento del psicópata.

  • Puntuación en el PCL-R. A menor puntuación, mayor facilidad de tratamiento.
  • Edad del interno. A más joven sea, más y mejor se puede trabajar.

Ambos componentes son lógicos si nos paramos un segundo a pensarlo. En un primer momento, consideramos que la personalidad se construye paralelamente con la persona, por lo que, cuanto antes detectemos esos rasgos, mayor probabilidad tendremos de prevenir las conductas antisociales. Por otra parte, a menor puntuación en el PCL-R, menos rasgos psicopáticos y menos presencia de éstos, por lo que nos será más fácil poder trabajar con ellos.

A un nivel práctico, todo esto se traduce en considerar dos aspectos clave en el tratamiento:

  • Entrenamiento de los profesionales para identificarlo.
  • Temprana identificación para poder darle una intervención específica e individual.

Evidentemente, nada de esto es posible sin una investigación y una serie de intentos que nos den más pistas para la intervención, por lo que las investigaciones deben ser multidisciplinares (entre criminólogos, psicólogos, trabajadores y educadores sociales, juristas…) e intensas (seguir con la intervención durante y después de la estancia en el centro penitenciario).

No todo está perdido, tenemos esperanza y debemos seguir trabajando en ello. Primero, por el bien del propio psicópata, pues su patrón de comportamiento supone un riesgo para sí mismo y para los demás. Segundo, por el bien del propio centro penitenciario debido a que, como decíamos, son sujetos que pueden causar grandes problemas en el mismo en sus relaciones interpersonales. Tercero, por el bien de la sociedad en su conjunto pues sus delitos, cuando los cometen, pueden ser indiscriminados y aleatorios, poniendo a todo un municipio o región en alerta, como el caso del “Asesino de la Baraja”.

Por el bien de todos, trabajemos en conjunto.

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