Agente, explíqueme qué es el Habeas Corpus

Publicado por el usuario de twitter Un policía cualquiera (@policia_ODAC).

En mis años de servicio como policía nacional, y particularmente, en la Oficina de Denuncias y Atención al Ciudadano, me han preguntado en multitud de ocasiones qué es un Habeas Corpus. No seré yo quien, a estas alturas, descubra a los lectores qué es esta institución tan de sobra conocida en el mundillo del Derecho, en el policial, y también, en el delincuencial; aunque algunos de estos últimos lo suelan llamar «Corpus Cristi». 

Y es que, esa garantía constitucional de tus derechos más fundamentales, que te pone en menos que canta un gallo delante de un juez por la mera creencia de que tu detención es irregular o que ha incumplido alguna garantía legal, es todo un caramelito…

¿Y lo van a dejar detenido, agente? – me preguntan. 

Quien lo hace, es un señor de mediana edad, aspecto cuidado y vestido con traje.

Sí, por supuesto. Pasará a disposición cuando acabemos todas las gestiones necesarias – le respondo muy seguro de mí mismo. 

¡Pero si tampoco la amenaza ha sido grave y encima pasó hace dos semanas!

Ya pero ya sabe cómo funciona este tipo de cosas. Pero bueno – le digo con tono ya cansado – si usted, siendo quien es, considera que está mal hecha la detención y que debería ponerse en libertad, ya sabe qué debe hacer: pida un Habeas Corpus

Sí. Pues sí. Lo voy a hacer – me dice en tono decidido – ¿Pero en qué consiste?

«No me lo puedo creer», pienso.

Se lo intento explicar. 

Consiste en que se paraliza el atestado. A continuación, yo llamo al juez de guardia, le informo de la solicitud y él ya dispone.

¡Ah! Pues sí, sí. – me responde enérgicamente. 

A todo esto, el detenido está justo al lado. Escucha la conversación y, sabiendo el plan que le espera en un oscuro calabozo, le parece un plan genial.  

Pues tomen. Aquí tienen el formulario para que lo vayan rellenando – les digo mientras les alargo un folio con el título: Impreso de Solicitud de Habeas Corpus en Dependencias Policiales.

¿Y esto? – me pregunta el señor con traje. 

Pues lo que le acabo de explicar. Si Su Señoría lo estima oportuno, el detenido, junto con este formulario y lo instruido hasta el momento, pasa a su disposición

¿Cómo que ha disposición? – me dice con gesto preocupado el señor culto y bien vestido. 

Sí. El detenido va a presencia del juez

– ¿Pero no es todo por teléfono? ¿Y cuánto tiempo tiene para resolver la solicitud?

Veinticuatro horas

Segundos de silencio. El hombre del traje ya no está tan seguro como antes. 

Sí, sí. Hay que pedirla – interrumpe el detenido.

A ver, no es tan fácil

¿Por qué?

Porque a lo mejor estás más tiempo detenido

Ahora son ellos dos los que hablan, discuten. Después de unos minutos, el hombre de aspecto cuidado contesta al fin.

Agente, que hemos pensado que nada, que mejor que no se pida.

Muy bien.

Y mientras ordeno las hojas del atestado y abro el programa en el ordenador, le digo al señor culto y vestido con traje:

Entonces, Letrado ¿Comenzamos la toma de declaración?

El lector se imaginará que lo que acaba de leer ha sido una escena ficticia producto de mi imaginación. Pero no, es totalmente real. El detenido lo estaba por un caso relacionado con la Violencia de Género y su letrado era «ese señor de mediana edad, aspecto cuidado y vestido de traje».

Y es que la profesionalidad en cualquier ámbito, trabajo o profesión, no debería ser un plus de exigencia, sino algo implícito en la persona que ejerce o trabaja en ello.

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